viernes, 11 de septiembre de 2009

EL ZARATUSTRA DE NIETZSCHE. UNA LECTURA IMPRESCINDIBLE.


Entre mis escritos ocupa mi Zaratustra un lugar aparte. Con él he hecho a la humanidad el regalo más grande, que hasta ahora ésta ha recibido. Este libro, dotado de una voz que atraviesa milenios, no es sólo el libro más elevado que existe, el auténtico libro del aire de alturas -todo el hecho "hombre" yace a enorme distancia por debajo de él-, es también el libro más profundo, nacido de la riqueza más íntima de la verdad, un pozo inagotable al que ningún cubo desciende sin subir lleno de oro y de bondad. No habla en él un "profeta", uno de esos espantosos híbridos de enfermedad y de voluntad de poder denominados fundadores de religiones. Es preciso ante todo oír bien el sonido que sale de esa boca, ese sonido alciónico, para no ser lastimosamente injustos, con el sentido de su sabiduría. "Las palabras más silenciosas son las que traen la tempestad. Pensamientos que caminan con pies de paloma dirigen el mundo".

Ecce homo, Prologo

miércoles, 22 de julio de 2009

EL MUNDO ES VOLUNTAD DE PODER


"Se desea la libertad mientras no se tiene el poder, cuando se tiene el poder, se desea el predominio: si no se consigue (si todavía se es demasiado débil para ello), se desea la justicia, o sea, un poder parejo".

F. Nietzsche.

martes, 23 de junio de 2009

EL CARACTER INNATO Y LA VIRTUD EN ARISTÓTELES

“Algunos creen que los hombres llegan a ser buenos por naturaleza, otros por hábito, otros por enseñanza. Ahora bien, está claro que la parte de la naturaleza no está en nuestras manos, sino que está presente en aquellos que son verdaderamente afortunados por alguna causa divina. El razonamiento y la enseñanza no tienen, quizá, fuerza en todos los casos, sino que el alma del discípulo como tierra que ha de nutrir la semilla, debe ser primero cultivada por los hábitos para deleitarse u odiar las cosas propiamente, pues el que vive según las pasiones no escuchará a la razón que intente disuadirlo ni la comprenderá, y si él está así dispuesto, ¿cómo puede ser persuadido a cambiar? En general, la pasión parece ceder no al argumento sino a la fuerza; así, el carácter debe de estar de alguna manera dispuesto para la virtud amando lo que es noble y teniendo aversión a lo vergonzoso”.

Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1179b 20-31

viernes, 5 de junio de 2009

Friedrich Nietzsche, "Del camino del creador".

¿Quieres marchar, hermano mío, a la soledad? ¿Quieres buscar el camino que lleva a ti mismo? Detente un poco y escúchame.

«El que busca, fácilmente se pierde a sí mismo. Todo irse a la soledad es culpa»: así habla el rebaño. Y tú has formado parte del rebaño durante mucho tiempo.

La voz del rebaño continuará resonando dentro de ti. Y cuando digas «yo ya no tengo la misma conciencia que vosotros», eso será un lamento y un dolor.

Mira, aquella conciencia única dio a luz también ese dolor: y el último resplandor de aquella conciencia continúa brillando sobre tu tribulación.

Pero ¿tú quieres recorrer el camino de tu tribulación, que es el camino hacia ti mismo? ¡Muéstrame entonces tu derecho y tu fuerza para hacerlo!

¿Eres tú una nueva fuerza y un nuevo derecho? ¿Un primer movimiento? ¿Una rueda que se mueve por sí misma? ¿Puedes forzar incluso a las estrellas a que giren a tu alrededor?

¡Ay, existe tanta ansia de elevarse! ¡Existen tantas convulsiones de los ambiciosos! ¡Muéstrame que tú no eres un ansioso ni un ambicioso!

Ay, existen tantos grandes pensamientos que no hacen más que lo que el fuelle: inflan y vuelven aún más vacíos.

¿Libre te llamas a ti mismo? Quiero oír tu pensamiento dominante, y no que has escapado de un yugo.

¿Eres tú alguien al que le sea lícíto escapar de un yugo? Más de uno hay que arrojó de sí su último valor al arrojar su servidumbre.

¿Libre de qué? ¡Qué importa eso a Zaratustra! Tus ojos deben anunciar con claridad: libre para qué?

¿Puedes prescribirte a ti mismo tu bien y tu mal, y suspender tu voluntad por encima de ti como una ley?

¿Puedes ser juez para ti mismo y vengador de tu ley?

Terrible cosa es hallarse solo con el juez y vengador de la propia ley. Así es arrojada una estrella al espacio vacío y al soplo helado de la soledad.

Hoy sufres todavía a causa de los muchos, tú que eres uno solo: hoy conservas aún todo tu valor y todas tus esperanzas.

Mas alguna vez la soledad te fatigará, alguna vez tu orgullo se curvará y tu valor rechinará los dientes. Alguna vez gritarás «¡estoy solo!»

Alguna vez dejarás de ver tu altura y contemplarás demasiado cerca tu bajeza; tu sublimidad misma te aterrorizará como un fantasma. Alguna vez gritarás: « ¡Todo es falso!»

Hay sentimientos que quieren matar al solitario; ¡si no lo consiguen, ellos mismos tienen que morir entonces! Mas ¿eres tú capaz de ser asesino?

¿Conoces ya, hermano mío, la palabra «desprecio»? ¿Y el tormento de tu justicia, de ser justo con quienes te desprecian?

Tú fuerzas a muchos a cambiar de doctrina acerca de tí; esto te lo hacen pagar caro. Te aproximaste a ellos y pasaste de largo: esto no te lo perdonan nunca.

Tú caminas por encima de ellos; pero cuanto más alto subes, tanto más pequeño te ven los ojos de la envídia. El más odiado de todos es, sin embargo, el que vuela.

«¡Cómo vais a ser justos conmigo! -tienes que decir - yo elijo para mí vuestra injusticia como la parte que me ha sido asignada».

Injusticia y suciedad arrojan ellos al solitario: pero, hermano mío, si quieres ser una estrella, ¡no tienes que iluminarlos menos por eso!

¡Y guárdate de los buenos y justos! Con gusto crucifican a quienes se inventan una virtud para sí mismos, odian al solitario.

¡Guárdate también de la santa simplicidad! Para ella no es santo lo que no es simple; también le gusta jugar con el fuego - con el fuego de las hogueras para quemar seres humanos.

¡Y guárdate también de los asaltos de tu amor! Con demasiada prisa tiende el solitario la mano a aquel con quien se encuentra.

A ciertos hombres no te es licito darles la mano, sino sólo la pata: y yo quiero que tu pata tenga también garras.

Pero el peor enemigo con que puedes encontrarte serás siempre tú mismo; a ti mismo te acechas tú en las cavernas y en los bosques.

¡Solitario, tú recorres el camino que lleva a ti mismo! ¡Y tu camino pasa al lado de ti mismo y de tus siete demonios!

Un hereje serás para ti mismo, y una bruja y un hechicero y un necio y un escéptico y un impío y un malvado.

Tienes que querer consumirte a ti mismo en tu propia llama: ¡cómo te renovarías si antes no te hubieses convertido en ceniza!

Solitario tu recorres el camino del creador: ¡con tus siete demonios quieres crearte para ti un Dios!

Solitario, tú recorres el camino del amante: te amas a ti mismo, y por ello te desprecias como sólo los amantes saben despreciar.

¡El amante quiere crear porque desprecia! ¡Qué sabe del amor el que no tuvo que despreciar precisamente aquello que amaba!

Vete a tu soledad con tu amor y con tu crear, hermano mío; sólo más tarde te seguirá la justicia cojeando.

Vete con tus lágrimas a tu soledad, hermano mío. Yo amo a quien quiere crear por encima de sí mismo, y por ello perece. -



F. Nietzsche,
Así habló Zaratustra.

Un camino o una interpretación de "El camino del creador".

Pocos textos son de tanta profundidad. Estamos ante uno de los capítulos del Zaratustra que considero más importantes. Y es que nos da casi todas las claves que –considero- son imprescindibles para entender a Nietzsche.

Al hablar de este capítulo me guardaré de dos cosas. De los textos de Nietzsche es imposible hacer un resumen o un comentario de texto tradicional. Esto sería como intentar resumir un poema de Antonio Machado. Por ello, no hay nada mejor que acercarse al texto y callar acerca de lo que allí se dice. En otro lugar, nos dice Nietzsche, que no nos estimamos bastante cuando nos comunicamos. “Nuestras vivencias auténticas –dice el autor- no son en modo alguno charlatanas. No podrían comunicarse si quisieran. Es que les falta la palabra”. Pero algo hay que decir, aunque sea cometiendo los errores contra los que el mismo Nietzsche nos persuade.

Pues bien, esto es lo que le pasa al «solitario». El solitario es un “incomprendido”. El incomprendido está condenado a la soledad. Hay quienes estando rodeados de gente son atacados por eso que llamamos “soledad”. Es curioso que sea en nuestras sociedades donde sea más peligroso el abismo al que nos asoma la soledad. Es curioso, sobre todo, porque hoy día es más fácil que nunca la comunicación. La respuesta de Nietzsche a la cuestión de por qué el solitario es incomprendido es inquietante: porque no hay nadie que pueda comprenderlo. El solitario es el creador. Como creador él tiene su propio lenguaje. Pero, ¿En que consiste ser creador? ¿Se trata de ser un genio? ¿De hacer de la propia vida una obra de arte? ¿Se trata de vivir en la autenticidad? ¿De llegar a ser uno mismo un Dios? ¿Quién es este creador que tiene que andar un camino? ¿Cuál sería ese camino? ¿Existe previamente el camino?

Decía el poeta “caminante no hay camino”; y otros añadían “se hace camino al andar”. No vaya nadie a estos textos a la búsqueda de un camino que seguir, pues cada cual ha de seguir su propio camino. Que no venga nadie diciendo que Nietzsche dijo tal o cual cosa. Por ello, no es de extrañar que el Zaratustra lleve por subtítulo “un libro para todos y para nadie”. Más claro lo decía en el capítulo de esta obra que lleva por título “Del espíritu de la pesadez”: « “Éste es mi camino, ¿dónde está el vuestro?”, así respondía yo a quienes me preguntaban “por el camino”. ¡El camino, en efecto, no existe!».

Con todo esto ya empezamos a tener los elementos para comprender qué quería decir Nietzsche con este enigmático capítulo. Para ello ya debemos empezar a escribir con más cuidado. Y es que nunca sabremos lo que Nietzsche quiso decir. Es más, él no nos quería decir nada, o al menos nunca se propuso explicar lo que sentía que debía decir, pues esto iba contra sus mejores hábitos y contra el orgullo de sus instintos. Sería más sensato decir que en nuestra lectura, quizá descubramos algunos caminos que son posibles desde el pensamiento de Nietzsche. Pero, una vez que ya no hay caminos previos –que no hay una verdad en ningún lugar ahí para ser descubierta- nos queda intentar descifrar qué podría significar aquello que se llama el “camino del creador”.

La metáfora del “bosque” es interesante para esta cuestión. En el bosque no hay caminos previos. El lugar en que te encuentras es el que hace que aparezcan unos caminos y que otros desaparezcan. Depende de donde estés para que aparezcan unas sendas u otras. Si hoy ves esta parte, la otra queda en la sombra. Nunca podrás ver todo el bosque, por mucho que pasees dentro de él. Basta que desvíes tu camino para que aparezcan nuevos sitios transitables y nuevos paisajes. El bosque es posible vivirlo de infinitas maneras; toda verdad depende allí de descubrir nuevos lugares. Pero este descubrimiento no es de algo que ya estaba allí para verse. Ese lugar, es creado en la misma visita del que pasea. Disfrutar de los paisajes del bosque es algo que se hace desde una perspectiva que ya nadie podrá rememorar y revivir. Nunca serán los mismos ojos ni el mismo lugar; jamás volverás por el mismo camino. Esta persona verá algo de aquel rincón que nadie nunca había visto antes. Cuando abandone aquel lugar, ese rincón desaparecerá tal cual era. En el bosque, lo importante es que nada se repite.

Esto es un poco difícil de entender. Pero quizá se entienda mejor si vemos el bosque como un laberinto. Una vez leí algo muy interesante en la segunda página de un libro de filosofía para Bachillerato: “el que sólo busca la salida no entiende el laberinto, y aunque la encuentre saldrá sin haberlo entendido”. Sabiendo que aquí no se trata de entender sino de comprender, podríamos hacer nuestra esta sentencia. Uno puede ver el bosque desde fuera, pero ¿qué comprendemos de él? Yo diría que nada. Pero ¿podemos llegar a conocerlo del todo si estamos dentro de él? Yo diría que tampoco. ¿Por qué? Hagamos un ejercicio mental muy sencillo y veremos por qué creo que no. Cuando le damos un golpe a nuestro coche, lo llevamos a arreglar a un taller. Imaginemos que el golpe se lo ha llevado la parte delantera. Los mecánicos pintan las piezas nuevas, de manera que la pintura nueva contrasta con la de las piezas que no se han pintado. ¿Qué es lo que hacen para que no se note el contraste que hay entre las piezas que se han reparado y las que no se habían roto en el golpe? Difuminan levemente un poco de pintura nueva al resto de las piezas para que recobren vitalidad. Ahora bien ¿por qué no se nota el contraste? ¿Por qué no nos damos cuenta los clientes de esta “chapuza”? Pues porque nuestra visión del coche siempre es desde una perspectiva. Por ejemplo, si lo miramos de frente no podemos ver el maletero. Si pudiésemos ver el coche como un todo podríamos apreciar el contraste. Pero esto es imposible.

Entre la perspectiva que se da en el bosque y la que tenemos al mirar el coche hay una diferencia. Cuando miramos de frente el coche podemos tener certeza de cómo es la parte trasera porque la hemos visto en muchas ocasiones, pero cuando estamos en el bosque la cosa no es tan sencilla. Mirar desde un lugar hace que los otros lugares se trasformen. Nunca podremos imaginarnos cómo es este bosque concreto desde dentro, teniendo simultáneamente al mismo tiempo la imagen de todos los lugares tal como son. No existen lugares en sí. Esos lugares, para ser tales, dependen de la parcialidad de la perspectiva. Esos lugares no existen en sí mismos como si existe el coche tal como es. Existe aquel lugar donde estuve con mi chica por primera vez; aquel rincón donde jugamos al escondite. Nunca hubo lugares en sí.

Recuerdo una de esas tardes que paseaba con Verónica por uno de los bosques de la Sierra de Pozo Alcón. Era uno de los primeros días de la primavera; la tarde empezaba a dejar sitio a la noche. De pronto miré hacia atrás y el camino que habíamos dejado atrás desapareció. En su lugar aparecieron cerca de diez o doce nuevos senderos que habían permanecido en la oscuridad. Fue un rayo de luz que las colinas de enfrente habían filtrado el que nos hizo cambiar de lugar. Éste haz hizo luz sobre nuevos caminos al tiempo que enterraba otros. Sobre todo había desaparecido el camino que nos había traído hasta allí. Ya nunca volveríamos a pasar por él. ¿Por qué? Desconozco si ella sintió lo que yo; hubiese sido una descortesía preguntarle tal cosa, sabiendo que no tendría, en tal caso, palabras para responderme. Yo tampoco voy a intentar describir lo que sentí. Pero en aquel mágico segundo de reloj pasó por mi cabeza toda mi vida al mismo tiempo; sentí náuseas que me arrojaban al abismo de la soledad. Pensé qué algún día, muchos años atrás, habían paseado por ese bosque parejas de enamorados y que de ellos ya nada quedaba. Me atajó un terrible miedo a morir. Incluso a morir en vida. Se puede morir en vida; esto ocurre cuando uno está sólo. Temí perderla. Pero ese miedo a la soledad era comprensible. Estaba experimentando en mi soledad algo que ahora considero un privilegio. Pero un privilegio como este tiene algo negativo. Es como un secreto que jamás podrás contar. Y no se puede contar porque no hay palabras para ello. De lo que si estoy seguro es que aquella experiencia del atardecer jamás la podría tener un Dios ni nada que se le pareciese. Era la conciencia de mi finitud la que me atravesó e hizo sentir ese grato momento. Sentí algo que cualquiera hubiese deseado vivir otra vez.

De lo que estoy seguro es que yo no buscaba experimentar aquello. Toda esa tarde fue un regalo, el regalo del más solitario. El solitario tiene una virtud. Y es que él es capaz de apreciar lo bueno de la perspectiva. Él no ansía verlo todo de una vez. Por ello, es capaz de vislumbrar siempre nuevos caminos y nuevas metas. Contra el famoso refrán yo diría que “sólo el que no busca, encuentra”. El solitario es capaz de conformarse con poco porque él lo ha creado. Él es “una rueda que se mueve a sí misma”, esto es, alguien que vive su vida –usando las palabras de Heidegger- auténticamente. Pero, ¿qué es vivir auténticamente?

Ya hemos visto algo de esto. Pongamos un nuevo ejemplo que tomo de un profesor que admiro mucho: una mujer no lucha por el hombre al que ama porque éste está con otra mujer y prefiere no coaccionarlo; otra está en el mismo caso y lucha, porque cree que el amor es pasión y que ha de ser seguido aunque implique grandes riesgos. Estos dos casos, nos explica Luís Sáez, son diferentes pero en el acto mismo hay una misma cosa: autenticidad, es decir, compromiso efectivo con una idea de libertad. Pero podría darse otro caso: una tercera dama elige renunciar al amado simplemente por resignación, otra elige luchar por simple sentimiento de arrogancia frente a la otra mujer: en estos casos cabe hablar de inautenticidad.

El que vive auténticamente, no es ni ansioso ni ambicioso. El que cree poderlo todo, el que cree poder verlo todo, es alguien que busca la semejanza con Dios, el inauténtico. Aunque a primera vista parezca extraño éste es el hombre del rebaño, la persona inauténtica. Es una persona que se siente impotente, pues sus ansias de poder topan constantemente con la realidad. Para no poner en evidencia su impotencia reacciona contra todo lo que le supera. Entonces sus malos instintos se vuelven contra él en el desprecio de toda persona que vive su vida desde sí, esto es, que vive haciendo suyos sus propios valores. El hombre-masa mira al creador, al más solitario, con envidia. Desearía ser como él pero no puede. El impotente no puede mirar de cara al abismo y mantenerse en pié; no es capaz de mirar cara a cara al destino y decirle: ¿esto era el destino? Pues bien, “¡Da capo!” ¡Otra vez! Contra esto vive su vida en la esperanza de otro mundo que no es el de los vivos.

Este tipo de hombres no están a la altura del creador. Sus palabras no están hechas para tales oídos. Por ello éstos –los débiles de espíritu- nunca serán sus enemigos. A estos es mejor darles “la pata” en vez de la mano. El verdadero enemigo del creador es él mismo, su propia soledad. Por eso dice Nietzsche:

«Hoy sufres todavía a causa de los muchos, tu que eres uno solo: hoy conservas aún todo tu valor y todas tus esperanzas. Más alguna vez tu soledad te fatigará, alguna vez tu orgullo se curvará y tu valor rechinará los dientes. Alguna vez gritarás “¡estoy sólo!”.
Alguna vez dejarás de ver tu altura y contemplarás demasiado cerca tu bajeza; tu sublimidad misma te aterrorizará como un fantasma. Alguna vez gritarás “¡Todo es falso!”
Hay sentimientos que quieren matar al solitario; ¡si no lo consiguen, ellos mismos tienen que morir entonces! Mas ¿eres tu capaz de ser asesino?»

Esta vida no es fácil. Se trata del modo más difícil de asumir. Empuñar un proyecto propio es una labor infinita, por interminable, que sólo es posible desde la finitud. La tarea de crear los propios valores nos pone ante un algo terrible. Si no hay valores en sí, entonces, uno ha de ser responsable de los suyos; uno ha de ser para sí mismo “juez y vengador de la propia ley”. En palabras de Heidegger podríamos decir que ante la amenaza de la nada éste se encuentra “sin fondo”. Pero en ese momento descubre que el auténtico fondo es, precisamente, esa sonora ausencia. Aquí es donde el hombre ha de interrogarse por el sentido, esto es, donde uno ha de buscar o crear su propio camino. Pero esta creación o búsqueda sólo tiene sentido desde la finitud de la existencia. Uno es para sí la última palabra y, en ese hacer por ser que no busca apropiarse de los otros –que los deja ser-, ha de configurar su vida desde la finitud. En esto le va la vida.

Por ello, dice Nietzsche:

“¡Solitario tú recorres el camino que lleva a ti mismo! ¡Y tu camino pasa al lado de ti mismo y de tus siete demonios!
Un hereje serás para ti mismo, y una bruja y un hechicero y un necio y un escéptico y un impío y un malvado. Tienes que querer quemarte a ti mismo en tu propia llama: ¡cómo te renovarías si antes no te hubieses convertido en ceniza!”

Frente a este tipo de hombre intenta alzarse el grupo de los “justos”. Y quizás aquí sonría mi amigo Alfonso: se trata de los hombres que tratan de imponer su justicia a otros. Una justicia, nos dicen, asentada en una supuesta verdad de las cosas –que nos dicen está ahí para ser comprobada empíricamente-, pero que jamás hace honor a lo particular y que, por lo mismo, responde a los intereses de ciertas “voluntades débiles de espíritu” –las que no son capaces de hacer suya la responsabilidad de crear un camino propio desde el que proyectar su vida con sentido.

Quizá lleve razón en esto Nietzsche y es que es mejor vivir en soledad que vivir intentando dirigir la vida de los demás. El impotente, negando lo más propio de sí, se abraza a las directrices del hombre “masa” porque tiene miedo de aquellos que crean sus propios valores; tiene miedo de aquellos que saben vivir con “lo poco” que han creado, tienen miedo de aquellos que no necesitan “tener para ser” sino que “son sin tener”. El creador no busca retener. Nada más lejos del espíritu del creador: éste si tuvo fue para destruir y luego crear. Y no busca retener porque no tiene miedo a vivir en la incertidumbre que supone ser él mismo su propia salvación. Él es, como dice Nietzsche riesgo y destino, “un juego de dados con la muerte”.

D. Fernández.
Cuevas del Campo,
19 de septiembre de 2006

miércoles, 20 de mayo de 2009

VIVIMOS DE LAS APARIENCIAS

Vivimos en el “mundo de la imagen”, o como dijo Heidegger, en “la época de la imagen del mundo”. Desde siempre la vida ha necesitado de las apariencias, de la representación. Y es que desde los orígenes del pensamiento se ha puesto de relieve la necesidad de aparentar lo que no “se es”.

El ciudadano griego poseía una especie de “máscara” que le permitía obrar en la “polis” como si en ello se jugase la vida. Pero la máscara permitía ocultar cosas más profundas. Todos los aspectos de la vida en su desenlace trágico –la idea de un amor frustrado por la traición y la muerte, la muerte prematura, los desastres naturales, etc.– eran eclipsados por un momento en su representación festiva y jovial. El teatro era el lugar donde esto ocurría. Pero es la modernidad la que nos pone ante el gran teatro del mundo. Desde Velázquez a Calderón de la Barca, pasando por Shakespeare, se ha resaltado la idea del mundo como ensoñación, como creación que tiene origen en el sujeto. De manera que en esta nueva concepción, los malos momentos debían ponernos en la tesitura de tener que pensar aquello que se le clavó a Hamlet en el corazón:

¡Extínguete, fugaz antorcha!

La vida es una sombra tan sólo, que transcurre; un pobre actor

que, orgulloso, consume su turno sobre el escenario

para jamás volver a ser oído. Es una historia

contada por un necio, llena de ruido y furia,

que nada significa”.

También pensadores como Schopenhauer y Nietzsche se hicieron cargo de esta reflexión, cada uno a su manera. Aunque el tema de la representación y la verticalidad del acontecimiento es central en la reflexión de la filosofía contemporánea que hunde sus raíces en la fenomenología, en el pensamiento heideggeriano y en la hermenéutica. Schopenhauer dividió al mundo en dos, un mundo como voluntad y un mundo como representación. El mundo como representación es el mundo de la ficción creado por una voluntad que se expande a todos los rincones del universo y que tiene como máxima la idea de que la vida es un negocio que no cubre los gastos y que, por lo tanto, habría que declarar en quiebra y liquidarlo cuanto antes. Para él, el dolor es “la cosa mejor repartida del mundo”. Su pesimismo le llevó a afirmar que no habría nadie que, en algún momento de su vida, no afirmase que la cantidad de sufrimiento que le ha deparado la vida era más que suficiente. Nietzsche, por su parte, coincide en la idea de que el hombre posee en sí mismo un lado oscuro que no puede explicar –lleno de dolor, pasiones, deseos, valores, etc.— y que dirige la voluntad de la persona, más allá de su racionalidad. Por ello, consideraba que era necesario mentir, fingir, crear…Tanto es así que el arte es el remedio que él encuentra contra los embates de la vida. Cuando el hombre se hace cargo del horror que produce pensar en las cosas serias de la vida corre el riesgo de caer en la depresión y juzgar que la vida no vale nada, que está llena de injusticias. ¿Quién no ha pensado esto al ver cómo una madre arropa entre sus brazos a su hijo muerto de dos años? Pero contra el pesimismo de su maestro propondrá la representación de lo sublime y lo cómico. Y es el arte el que aúna estas dos perspectivas.

El problema es que el mundo se ha convertido, no en apariencia, sino el algo aparente. Vivimos en un mundo que ha banalizado la existencia y que no se plantea las preguntas importantes. Nadie se puede extrañar de esta tesis en un mundo en el que unos viven tan bien y otros tan mal. Y aquí participamos todos, lo queramos o no. En el mundo de la opulencia y el consumismo vivimos personas capaces de ver en el telediario sin inmutarnos la cantidad de gente que muere al día por falta de lo mínimo necesario para sobrevivir y, acto seguido, deleitarnos con la noticia de que Florentino Pérez va a gastar 300 millones de euros en fichar a Kaká, Cristiano Ronaldo y David Villa. Vivimos en lo que Debord ha llamado la vida del espectáculo. Luis Sáez reflexiona sobre esto con extraordinaria brillantez en su último libro Ser errático:

“Cada vez es más patente la conversión de la vida en espectáculo, lo que significa que lo real es suplantado a todos los niveles por la representación, por la imagen, por la puesta en escena. (…) Lo espectacular no es lo que posee grandeza, lo valioso desde sí, sino la vida misma de la imagen, separada de la existencia: grandiosidad, gigantismo; en la esfera de la palabra, un dis-curso autoenvolvente, cerrado sobre sí, monólogo autoelogioso e ininterrumpido: grandilocuencia”.

La vida se ha convertido en una ficción. La felicidad de todo el mundo es aparente. Nadie se atreve a afirmar que es infeliz al mismo tiempo que se llenan las consultas de psiquiatras o psicólogos y se disparan las ventas de libros de autoayuda. Vivimos en la burbuja de un “mundo feliz” que impide cada vez más una relación auténtica con las cosas y con las personas. Ya nadie se preocupa por la cosa misma en un mundo en el que todo es mero maquillaje. La publicidad es el secreto del éxito y desde sí conforma un tipo de verdad ajeno a la realidad. Así, por poner un ejemplo menos profundo y más cercano, es posible que un deejay se convierta en popular por la mera publicidad. Internet, un campeonato en el que nadie participa, o lo que sea, lo lanza a la fama. Ya se ha consagrado en este rito y no importa cómo mezcle o haga las cosas. Lo que importa es el rimbombante eslogan de “Campeón”. Y basta para que la gente en masa acuda a una discoteca a destrozarse los oídos con un personajillo que se preocupa más de su publicidad que por crear mezclas con estilo: por ejemplo, poniendo su nombre en su camiseta y carteles o alardeando aquí y allá de la gesta que le lanzó a la fama y que desde el pasado proyecta su futuro como si fuese el combustible de su obrar.

Pero lo triste es que esto no se limita a estos ámbitos. Lo peor aparece cuando la reflexión se centra en las cuestiones que de verdad importan: la vida política, social y económica, la vida familiar y de pareja, el trabajo, etc. Aquí sería necesario rescatar la idea griega de la “máscara” y pensar con Nietzsche que las apariencias son necesarias, pero sólo justificables si están al servicio de la vida, o lo que es lo mismo: una apariencia sólo se justifica si nace de las cosas mismas y, además, la fuerza que hay detrás de ella no es reactiva o negadora sino activa y potenciadora; una representación es positiva si detrás de ella no hay un espíritu vil sino una voluntad honesta con la vida.

¡Hagamos un esfuerzo por desenmascarar a todos los niveles los engaños y dejémonos seducir por aquellas ficciones y seducciones en las que resuena el amor a las cosas mismas!

D. Fernández Rodríguez.

martes, 21 de abril de 2009

SOBRE LA LIBERTAD


"En lo fundamental dependemos del azar y somos contingentes, pero esta contingencia nos hace crear una ilusión de libertad y de elección. Con todo, aun siendo una ilusión, su importancia es fundamental, pues esa ilusión de elección y de libertad es lo que nos permite construir un destino con minúscula, un destino personal. O, al menos, la ilusión de construirlo".


Rafael Argullol, Una filosofía nómada.

jueves, 16 de abril de 2009

LA VIDA A TODO GAS.


La vida es como la Fórmula 1, una carrera para conseguir esto o aquello a corto, medio o largo plazo. Una carrera que siempre vuelve a comenzar con los depósitos llenos o vacíos según la estrategia.

Cuando estudiaba ESO mi objetivo era llegar a Bachillerato. En Bachillerato ya la tarea se me presentaba difícil y la meta era aún más a corto plazo: terminar Bachillerato para ir a la Universidad –y allí “Dios diría”—. En la Universidad veía como meta terminar la carrera. Pero todavía me quedaba mucho por pasar: oposiciones, cursos, trabajos precarios, etc. Incluso si me remonto a mi niñez, en medio de unas circunstancias que ahora pienso que eran difíciles, pensaba que mi objetivo era llegar a cumplir los 30 años. Pensaba que si llegaba a esa edad me podía dar por satisfecho porque ya habría tenido tiempo para vivir todo aquello que, pensaba, merecía la pena.

Con tan sólo 14 años ya me planteaba el tema de la muerte en serio. Ahora me doy cuenta de lo equivocado que estaba respecto a lo que me quedaría por vivir. Es cierto que volvemos a vivir las mismas cosas una y otra vez. Aunque no con los mismos actores y el mismo decorado, en la vida se repiten los mismos acontecimientos y los mismos problemas. Es como en las carreras de coches, donde el circuito es circular y entre unos y otros siempre hay un parecido de familia.

Incluso podemos extraer otra similitud. En la vida unos ganan y otros pierden. Los que ganan no lo hacen sólo porque sean los mejores pilotos sino porque han tenido la suerte de “caer” en una buena escudería –incluso han tenido la suerte de poder dedicarse exclusivamente a conducir un F1—. Como en las carreras, el que tiene que pasar el tiempo preocupándose de la subsistencia del equipo –de su grupo— no le queda tiempo para dedicarse al deleite de estar entre los mejores. Sólo hace falta echar un vistazo a las clases más desfavorecidas o a los países más pobres del planeta para darse cuenta de lo que digo.

Pero hay una similitud que me llama bastante la atención y es la de la estrategia de la gasolina. Como es sabido, en la sesión de clasificación el objetivo es hacer el mejor tiempo para conseguir salir lo más adelante posible en la parrilla de salida. Lo importante es coger un buen puesto para la carrera del domingo. El problema es que cuantas más vueltas des para conseguir tu tiempo, luego saldrás con menos combustible en la carrera. Y esto hará que durante la carrera del domingo tengas que repostar antes que los demás porque llevarás menos gasolina. Irás más rápido en las primeras vueltas, porque irás más descargado y tu coche pesará menos, pero luego perderás mucho tiempo en la parada de boxes.

Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con la vida? Bien. Recuerdo la carrera del año pasado en Singapur en la que un accidente provocó la salida del coche de seguridad (safety car). Cuando sale este coche todos van detrás de él y nadie puede ni adelantar ni entrar en el box a repostar combustible. Esto benefició a Alonso que salió muchos puestos atrás y que gracias a que había guardado gasolina en su tanque pudo continuar mientras otros se quedaban sin combustible y se quedaban parados en la cuneta. Y es que en la vida pasa igual. Existen las personas que no saben cargar su vida de felicidad, esto es, llenar los depósitos hasta el tope para ir a una parada larga porque nunca se sabe cuándo va a ocurrir un accidente y va a salir el coche de seguridad.

Y, ¿cómo tomarse en serio la vida? Basta tomar un ejemplo de lo que no se debe hacer. Veamos cómo empuñar un proyecto propio es una tarea digna. Un profesor de instituto esta amargado si no se toma en serio su tarea, esto es, si no es honesto con su función. Si no sabe captar la importancia de su tarea no hará su trabajo con ilusión. Si sólo piensa que lo importante es cobrar a fin de mes, llegará un momento que no será capaz de aguantar ni una sola hora de clase. Todo le vendrá cuesta arriba y su inconformidad –cuando no infelicidad— hará que todo aquel que está cerca de él entre en estado de depresión, porque la alegría y la tristeza se traspasan de unas personas a otras. Esto es así porque hay una especie de empatía afectiva entre las personas.

En la vida los imprevistos nos abordan; nos pillan desprevenidos y nos hacen sufrir. Pero si hemos sido capaces de haber tratado a nuestros seres queridos y amigos lo mejor posible, de haber sido amable con todo el mundo, entonces habremos cargado nuestros depósitos para cuando la vida nos ponga ante un imprevisto. Dedicar tiempo a tu vida y a las personas que quieres, hacer del tiempo libre algo que merezca la pena conservar, disfrutar de lo que merece la pena y decir sí a aquello que siempre has querido hacer y que nunca has hecho por pereza, todo eso llena los depósitos de tu vida.

Pero la verdad es que lo más importante de una carrera es, al fin y al cabo, ganar. Y como en la vida hay Ganadores y “ganadores”. Basta fijarse en los dos últimos campeones del mundo de F1, Alonso y Hamilton. El primero, símbolo de la honradez y la humildad. Todo el mundo recuerda cuando le impidieron que repartiera el dinero ganado en cada carrera con su equipo. Y no es por “debilidad” sino por exceso de “fuerza”. Es su capacidad de ser más, su potencia, lo que lo convierte en un As de la fórmula 1. El segundo, Hamilton, símbolo de la prepotencia y la ambición. Y ahí quedan las peripecias de esta persona que se cree el centro del Universo. Que juzguen ustedes qué tipo de ganador es mejor y que cada cual tome ejemplo de quien quiera. Pero para mí aquel ganador que siempre quedará en mi recuerdo es aquel que, como Alonso, sabe subir a la cima y espera la bajada con una sonrisa. Ya vendrán otros retos…


D. Fernández.

lunes, 13 de abril de 2009

SOBRE LA LIBERTAD FRACASADA.

Hace unos días me encontre una cita en un libro de Jose Antonio Marina que se llama Aprender a convivir. Esa cita es la que se encuentra en la entrada anterior. En ella se condensa toda una reflexión que está lejos de ser superficial, cuanto menos trivial. Y es que no resulta fácil adquirir una sabiduría acerca de la vida, sobre todo en los tiempos que vivimos. Un pensador que es afín al planteamiento de la cita es Spinoza. Nadie mejor que él supo navegar en los problemas en los que uno se metía si se proponía hacerle caso a las pasiones.

La verdad es que hoy día parece claro que la razón es sólo una pasión más, sólo que la más fuerte en la mayoría de los casos. La alegría, la tristeza, el dolor, el placer, el amor, el odio, la esperanza, el miedo, etc., son pasiones que todos sentimos como legítimas. Y la cuestión es saber articularlas de modo que nos hagan vivir una vida feliz, que de eso se trata. El problema es que uno no está sólo en el mundo y la felicidad depende tanto de uno mismo (en el interior de cada cual) como de las circunstancias, el entorno en el que uno vive y la realidad que se nos impone vivir.

En su particular propuesta, Spinoza aconsejaba ser cautos. Su lema "caute" resuena con fuerza en aquel que debe de tomar una decisión crucial en su vida: saber qué estudiar, elegir la persana a quien amar, elegir un trabajo, apoyar grandes proyectos humanitarios... Aunque aquí habría que hacer un pequeño paréntesis y es que hay muchos que cuestionan la idea de que nos juguemos tanto en las decisiones que consideramos trascendentales, pues piensan que es en las elecciones más banales en las que verdaderamente decidimos sobre lo importante de nuestras vidas. Aparte de esto, de lo que se trata en esta propuesta de la cita es de ver lo que uno puede y no puede. Hay que aprender a valorarse uno mismo y ver qué está a nuestro alcance y qué no. Para lo cual es importante analizar qué nos viene impuesto por las circunstancias y qué es posible elegir. Y este es el quid de la cuestión. Esto nos transporta a la vieja sabiduría aristotélica del hombre prudente. El problema estriba entonces en cómo ser un hombre sabio, teniendo en cuenta que sabio es aquel que consigue ser feliz.

En esto no hay que trivializar pues no se puede ser feliz estando sólo, por mucho dinero y salud que tenga uno. Lo importante nos lo jugamos en nuetras relaciones con los demás. Son ellos los que nos dan la felicidad o no la quitan en nuestro proyecto de ser felices, esto es, de empuñar nuestra libertad en la consecución de metas dignas. Y aquí, creo, que sólo nos puede ayudar la humildad, la generosidad y la honradez. Estas serían a mi entender aquellas pasiones que hacen que aquel que busca en precario la felicidad consiga sus objetivos. No es facil vivir entre aquello que nos imponen las circunstancias -que nos oprime a la indiferencia y a la inactividad- y aquello que anhelamos -a veces imposible y a veces deseable para poder mejorar-. Pero en el esfuerzo está la respuesta. A la pregunta de por qué esforzarnos en ser mejores nunca nadie ha respondido como Nietzsche: ¡por poder!, esto es, porque sí. Y aquí parece que se detiene la reflexión. Y es que, como decía Aristóteles, no se puede dar razón de todo.

D. Fernández.

UN BUEN CONSEJO PARA AFRONTAR LOS PROBLEMAS DE LA VIDA.



La vida hay que cogerla en su punto, cosa imposible, pues siempre está demasiado dura o demasiado dulce:

"QUE DIOS ME CONCEDA SERENIDAD
PARA ACEPTAR LAS COSAS QUE NO PUEDO CAMBIAR;
VALENTÍA PARA CAMBIAR LAS QUE SI PUEDO
Y SABIDURÍA PARA VER LA DIFERENCIA".


Sabiduría popular.

sábado, 21 de febrero de 2009

EMILIO LLEDÓ. UNA REFLEXIÓN SOBRE EL TIEMPO, EL DIÁLOGO Y LA ESCRITURA QUE SE CONFORMA COMO TRADICIÓN.


"El diálogo es la renovación y presencia del logos; la constatación de que todo lenguaje no existe sino como posibilidad de compartirlo. Este hecho no sólo pone de manifiesto la esencial estructura del lenguaje, sino que la capacidad de percibirlo implica, además, la inteligencia de lo percibido, la apertura de su sentido. Percibir las palabras es, por consiguiente, descubrir que en el inmediato presente que las intuye se anuncia la apertura de su germinación. Por ello, el lenguaje es, sustancialmente, tiempo. Viene siempre del pasado y en cuanto pasado; pero en el momento en que, como germen, o sea como posibilidad, llega a realizarse en la consciencia, se proyecta hacia el futuro de sus múltiples sentidos, hacia el futuro de su interpretación. Cada palabra incorpora en ella el suelo histórico que la conserva y, al mismo tiempo, el territorio de la mente en la que, consigo misma o en el diálogo con otros -o sea, con el futuro-, germina y fructifica. Plantar y sembrar, como dice el texto platónico, es la confirmación metafórica de esa realidad temporal en la que se forja la palabra. Pero la temporalidad, para que realmente lo sea, necesita un anclaje que evite al lenguaje esfumarse en los sucesivos y fugaces "ahoras" en los que apenas se insinúa su sentido. El fundamento arranca al lenguaje de la inercia y proclividad temporal, para relfejarlo en otro espacio en el que, al lado del natural fluir, fluye a otro ritmo, e incluso en otro cauce el universo del significado, donde se explicita y donde, teóricamente, se van haciendo visibles sus significaciones".


Emilio LLedó, El surco del tiempo.

domingo, 8 de febrero de 2009

EL TITÁNICO ESFUERZO DEL OPOSITOR



No hay nada más sacrificado que el trabajo de un opositor. Éste no es una persona normal. Tiene un nombre que define lo que es: “opositor”. Como si hubiera que distinguir a este ser –que ni come ni duerme— del resto de los mortales.

En el balance que uno hace cuando se presenta a las oposiciones hay un debe y un haber. Lo positivo, como un día me comentaron, es la “victoria moral” –la de aquel que ha sacado una nota inmejorable, pero que se ha visto superado por una “legión” de interinos—. También es cierto que uno gana en responsabilidad, hábito de esfuerzo y en formación (que por otro lado no te sirve de nada si no tienes la oportunidad de dedicarte a la docencia). Pero lo negativo también es muy significativo. Yo, en concreto, por poco y me quedo calvo con 28 años. ¡Hay que aprender a pasar los malos ratos, el estrés y el miedo a fracasar de la mejor manera posible! Y eso por no mencionar los días llenos de ansiedad. Ansiedad provocada por la imaginación. Imaginarte que después de todo el sacrificio las cosas vayan mal y todo se convierta en una experiencia sin sentido. Pero bueno, ahí queda todo. Posiblemente algunas personas pierdan algunos años de vida por los excesos de una etapa tan frustrante. Todos los días (incluidos fines de semana) estudiando doce horas, comiendo rápido y mal, careciendo de la más mínima relación social con los demás, falto de afecto de los que quieres y te quieren. ¡Para qué seguir…!

Pero como ocurre en el mundo de las drogas esto no sólo te afecta a tí. Además afecta a los seres que te rodean lo que ocurre de distintos modos y dependiendo de las circunstancias de cada cual. Así, es posible que en tu casa todos tengan en cuenta tu situación y se priven de hacer cosas que podrían molestar tu labor. Recuerdo a mi sobrino con poco menos de un año entrando a mi casa y a mi hermana tapándole la boca. ¡Qué fastidio que esto haya tenido que ser así! Y, ¿qué decir del esfuerzo de los que hacen posible económicamente tu trabajo? Cuánto esfuerzo empleado en conseguir el dinero para la Academia, las fotocopias, el material didáctico, el transporte, etc. Porque "no se" si sabéis que los opositores "no ganan un duro"...

Pero ahí están sentados en la Junta nuestros queridos funcionarios públicos, elaborando leyes que son capaces de acabar ya de partida con todo este titánico esfuerzo, el esfuerzo de alguien que es capaz de dejarse la vida en el intento e incluso arrastrando con él a muchos de los que le rodean. Este tema ya ha sido motivo de opinión en este blog en “Un desafío al artículo 14 de la Constitución Española”. Pero como dice mi amigo José David la actual convocatoria de oposiciones no sólo es un atentado contra dicho artículo. Con unas palabras llenas de inteligencia comentaba mi artículo en un correo electrónico. Estas palabras merecen una transcripción literal: “este sistema es un atentado contra todos los artículos que tienen que ver con la educación en general (del 27 en adelante) e incluso con los que tienen que ver con la Administración General del Estado, que finge transparencia e igualdad de oportunidades para gestionar el empleo que ofrece y que, como todo lo público, consiste en un festín que pagamos entre todos para que sólo se diviertan los mismos de siempre. ¡Con que sólo le cambiaran el nombre a la pantomima de las oposiciones ya sería algo revelador! Porque no es una prueba para contrastar méritos ni capacidades, ni habilidades ni conocimiento; simplemente es un simulacro, algo así como si los que hemos concurrido varias veces al show "vírgenes" e inexpertos, nos pusieran a formar un equipo de fútbol y nos ofrecieran jugar directamente la final de la Champions contra el Barça de hoy, y nos garantizasen que si les ganamos conseguiríamos la plaza. ¿Es posible dicho triunfo? ¡Por supuesto que sí, aunque poco probable! Pero es que hay un matiz que es el quid de la cuestión. Y es que el partido no comienza 0-0, sino que cuando el equipo que formamos salimos al campo vemos que en el marcador pone 10-0 a favor del "Interinos Club de la Junta". ¿Sigue siendo posible la proeza? Sí, pero casi que no...”.

Después de todo, sólo queda animarse. Pensar que –como dice Manolo García en una de sus canciones más conocidas— “nunca el tiempo es perdido”. Que en esto consiste vivir. En luchar por mejorar y hacer posible un mundo mejor. Y esto es hacer que nuestro entorno sea más acogedor. Por esto doy las gracias a mi familia, a mis amigos y a mi novia, por aguantarme en esos momentos. Quizá haya una cosa buena detrás de todo esto y es que si esto no me ha desanimado me ha hecho más fuerte. Al contrario de lo que le ocurre a aquellos que ya están cómodamente instalados en el sistema. Me refiero a aquellos débiles que sólo quieren permanecer en lo ya conquistado y que no tienen ni un ápice del sentido de la justicia –aquel que Kant había creído que todos los humanos compartimos—.


martes, 27 de enero de 2009

¿PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA?


"Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no sirve ni al Estado ni a la Iglesia, que tienen otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer. Una filosofía que no entristece o no contraría a nadie no es una filosofía. Sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa. Sólo tiene este uso: denunciar la bajeza del pensamiento bajo todas sus formas.

¿Existe alguna disciplina, fuera de la filosofía, que se proponga la crítica de todas las mixtificaciones, sea cual sea su origen y su fin? Denunciar las ficciones sin las que las fuerzas reactivas no podrían prevalecer. Denunciar en la mixtificación esta mezcla de bajeza y estupidez que forma también la asombrosa complicidad de las víctimas y de los autores. En fin, hacer del pensamiento algo agresivo, activo y afirmativo. Hacer hombres libres, es decir, hombres que no confundan los fines de la cultura con el provecho del Estado, la moral o la religión. Combatir el resentimiento, la mala conciencia, que ocupan el lugar del pensamiento. Vencer lo negativo y sus falsos prestigios. ¿Quién, a excepción de la filosofía, se interesa por todo esto?

La filosofía como crítica nos dice lo más positivo de sí misma: empresa de desmixtificación. Y, a este respecto, que nadie se atreva a proclamar el fracaso de la filosofia. Por muy grandes que sean, la estupidez y la bajeza serían aún mayores si no subsistiera un poco de filosofia que, en cada época, les impide ir todo lo lejos que querrían, que respectivamente les prohíbe, aunque sólo sea por el qué dirán, ser todo lo estúpida y lo baja que cada una por su cuenta desearía. No les son permitidos ciertos excesos, pero ¿quién, excepto la filosofía, se los prohíbe? ¿quién les obliga a enmascararse, a adoptar aires nobles e inteligentes, aires de pensador?"


G. Deleuze, Nietzsche y la filosofía.

UN DESAFÍO AL ARTÍCULO 14 DE LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA.

Un desafío al artículo 14 de la Constitución Española.

No nos engañemos. Detrás de toda labor política hay voluntad de poder. Y es que esa es su esencia. Se trata de algo muy sencillo: los que no lo poseen lo buscan y los que lo poseen intentan mantenerse en él. Y digo esto por ese miedo que tienen nuestros dirigentes a que los jóvenes que acaban de terminar sus estudios accedan demasiado rápido a la labor docente. Y es que los jóvenes docentes a menudo son más críticos con el sistema establecido. De manera que podrían sembrar en sus discípulos este espíritu, que para nada interesa a los que están en el poder.

Pero, ¿a qué viene todo esto? Todo esto viene a cuento de las pasadas y próximas oposiciones al cuerpo de profesores y maestros. Aunque también toca de lleno los temas de las insufribles reformas educativas, los sobornos de la Junta de Andalucía para mejorar las listas de aprobados o la pésima calidad de nuestro sistema educativo.

La mayoría de las veces se habla de los entresijos de las leyes sobre educación –cosa complicada de entender para la mayoría de la gente, pues ya lo es para los que se dedican o pretendemos dedicarnos a ella—. LOGSE, LOCE, LOE –en cada reforma se le cae una letra—, son las siglas de algo que nadie entiende muy bien. Y es que cada gobierno cuando entra al poder impone la suya. ¿Qué tendrá la educación? ¿Qué nos jugamos en ella? Pues muy fácil. Hablando claro, nos jugamos la educación de nuestros hijos. La educación ha de tender a una sabiduría acerca del mundo en que nos movemos. De modo que cuanto más ignorantes sean nuestros hijos menos críticos serán en un futuro. La ignorancia, bien lo saben los políticos, es el origen del miedo. ¿Miedo a qué? Miedo a cambiar. ¿Por qué creéis que en Andalucía llevan gobernando los mismos cerca de 30 años? En fin, no es que seamos más tontos que nadie pero sí que tenemos unos políticos que son más “listos” de la cuenta. He aquí uno de los intereses ocultos tras estas reformas. Lo que nos lleva a una paradoja: nuestros políticos en vez de mejorar la educación lo que hacen es empeorarla.

Pero hay otra vía que impide mejorar nuestro sistema educativo y que, al mismo tiempo, hace que ciertos sectores –como el de profesores interinos con tiempo de servicio— sean más dóciles y menos críticos con nuestros políticos. Me refiero al método que, descaradamente, están imponiendo para seleccionar a los futuros profesores/as y maestros/as. Y en esta tarea colaboran sin ningún reparo los sindicatos –sin excepción—. Llevamos dos convocatorias que han sido un auténtico atentado contra el principio de igualdad que defiende la Constitución Española. En su artículo 14 dice: “Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”. Esto requiere una explicación.

Durante mucho tiempo la oposición consistía en dos partes: la fase de oposición y la fase de concurso de méritos. En la primera fase había dos partes. La primera parte era un examen teórico en el que los opositores/as debían mostrar sus conocimientos y habilidades teóricas. Este examen ejercía de criba para poder optar a la realización del segundo examen, de tal manera que los que no demostraban cierto nivel de conocimientos quedaban fuera de la oposición. En el segundo examen éstos debían demostrar que aquellos conocimientos que tenían sabían hacerlos inteligibles a alumnos de secundaria o primaria. Una vez concluida la primera fase era el momento de sumar a la nota de la primera fase los puntos que tenía cada cual gracias a su formación académica, cursos, publicaciones, experiencia docente, etc. Y en esto consistía la segunda fase.

¿Qué es lo que ha cambiado para que este sistema sea, a mi juicio, una violación del principio de igualdad? Una cosa muy sencilla. En primera fase no hay dos exámenes sino sólo uno. Examen que, además, no es el mismo para todos los opositores. Éste tiene dos partes: una teórica y una práctica. Y el lector dirá, ¡Pues igual que antes! Sí, pero no. La diferencia estriba en que la segunda parte es un regalo –bien envuelto para que nadie lo vea— de la administración para aquellos interinos que están trabajando y que llevan un informe de su centro que acredita que son muy buenos maestros y profesores. Además hay otra cosa no menos importante. Me refiero al hecho de que en el antiguo sistema la mayoría de los interinos con tiempo de servicio se quedaban en las puertas del primer examen, pues tenían menos tiempo para preparar la oposición. Así, eran los mejor preparados teóricamente los que optaban al examen práctico donde se debía demostrar las habilidades didácticas y pedagógicas que se poseían. Pero ahora esto ha cambiado. Ahora, podría darse el caso de alguien que saque un 1 en la primera parte de la fase I (en el teórico) y que gracias al famoso informe en la parte 2 de la fase I pase a la fase II con un 5 –por ejemplo, sacando un 10 en la parte segunda gracias a la ayuda de un papel que no sabemos ni siquiera quien lo ha formado). Y en la fase II ya cuentan los méritos, el punto fuerte de los interinos con tiempo de servicio. Pero podría darse otro caso aún peor. Me refiero al caso de un aspirante que se presenta la primera vez. Esta persona ha podido sacar un 10 en la parte 1 y un 10 en la parte 2 de la fase I y en la fase II –dado que sólo tenía 4 puntos de méritos, los máximos a los que podía aspirar en la práctica— se ha visto superado por 20 interinos que tenían más de diez años de tiempo de servicio y que tenían 10 puntos de méritos. Y lo peor de todo es que es posible que alguno de estos interinos fuese el caso que acabo de describir más arriba.

¿Qué conclusiones podemos sacar de esto? Pues las que todos los opositores/as que ya han participado en las últimas dos convocatorias. La primera y más evidente es que por mucha nota que saques en la oposición, si no tienes tiempo de servicio, es tiempo perdido. Nunca optarás a una plaza. Y esto no es un invento mío. En la especialidad de filosofía, siete de las mejores notas de Andalucía se han quedado sin plaza. ¿Qué significa esto? Pues que el sistema es un muro para los aspirantes que, por haber nacido después, ven que no tienen las mismas posibilidades que aquellos que nacieron unos años antes. Pues, ¿de dónde podrían sacar estas personas puntos de meritos si aún no les dan la posibilidad de trabajar de interinos? Y lo que es peor. Una vez que ha pasado la oposición se elabora una bolsa de trabajo en la que delante de las mejores notas han colocado a todos los interinos con tiempo de servicio (aunque sólo fuese de un día), de manera que alguien que trabajó un mes el año pasado y que en las anteriores oposiciones sacó un 5 entra a trabajar antes que alguien que en estas oposiciones ha sacado un 10. ¡Un robo! ¡Imaginad que en vez de profesores o maestros estuviésemos seleccionando médicos que lo que tienen en sus manos es nuestra salud!

Algunos han argumentado que con este nuevo sistema se fomenta la experiencia. Pero, ¿de qué le ha servido la experiencia a alguien que lleva 20 años trabajando de profesor o de maestro y, sin embargo, en todo este tiempo no ha sido capaz de conseguir una plaza? Ya sé que admitir todo esto es muy duro. Pero es así. Lo que ocurre es que gracias a los pactos de los sindicatos con las administraciones se ha acomodado a muchos profesores y maestros que ya no se interesan por mejorar sus métodos de enseñanza ni por seguir aprendiendo. Supongo que no se puede generalizar. Pero es cierto que parte de la culpa de que nuestro sistema educativo sea tan ineficaz es de esta incompetencia. Si yo soy profesor interino y no tengo que dar cuenta de mi labor, si se que no tengo que esforzarme por aprobar una oposición con plaza, entonces, ya tengo la vida resuelta, pues sé que año tras año me llamarán. ¡Qué bien que lo hace nuestra Junta!

¿A quién perjudica esto? Pues a nuestros alumnos y alumnas que son nuestro futuro y nuestro verdadero tesoro, pues no tienen a los profesores que se merecen. Pero claro, un profesor competente que sea capaz de motivar el espíritu crítico en aquellos a quien enseña y que se queje del sistema no interesa a los que están en el poder. Luego, esta carencia es suplida con incentivos a los profesores para que eleven el número de aprobados. Así, en el informe PISA del próximo año estaremos en una posición mejor. ¡Qué vergüenza! ¡Claro, esto tiene lugar bajo la apariencia legal! ¡Así lo dice la Convocatoria! ¡Como si las leyes por el hecho de ser vigentes fuesen justas! Ya ven, bajo la ignorancia se esconde el poder de aquellos que ya están en él. Contra este poder nada puedo. Pero quizá, algún día, voces como ésta se aunarán para destronar un poder que se ha anquilosado y que ya no piensa en crecer sino, débilmente, mantenerse en aquello ya conquistado. Esto no es una cuestión moral. Se trata de una cuestión de absoluta legalidad. La convocatoria de oposiciones es, a mi entender, un atentado contra uno de los pilares más importantes de nuestra Constitución, el principio de igualdad.

domingo, 25 de enero de 2009

EL LABERINTO DEL LOCO.

«Como el bufón de la Edad Media, [el loco] vive en medio de las formas de la razón, un loco al margen sin duda, puesto que él no es como los otros, pero integrado porque está allí como una cosa, a disposición de las gentes razonables, propiedad que se muestra y se transmite. Se le posee como a un objeto. (...) Sin el loco, la razón se vería privada de su realidad. (...) Pero una razón que sólo es ella misma en la posesión de la locura deja de poder definirse por la identidad inmediata consigo misma, y se enajena en esta pertenecia. (...) la razón se enajena en el movimiento mismo en que toma posesión de la locura».

MICHEL FOUCAULT. Historia de la locura en la época clásica.